Por Gilberto Celis
Uno
del común, precisamente por serlo, imagina ver al Patriarca de la República del
Amor, desde lo alto de su pedestal, dando
reconocimiento a los jóvenes por
acelerar la democracia en el país.
Ya
postulados, los veo cual aguiluchos, deseosos de volar a la altura del Mesías y
mostrarle que su fuerza y abnegación
juvenil, está entregada a él, Andrés
Manuel, que los ha ungido y aposentado
en su escala divina, como despertadores de conciencias.
De
esta manera, escucho a Andrés Manuel decirles su agradecimiento por “desinflar”
a Enrique Peña Nieto.
Oído,
el toque a rebato, se dan a la búsqueda de cumplir con la prédica; de que en
tanto mas cae el candidato del PRI, mas va para arriba el candidato presidencial
del PRD.
En
Tepeaca, Puebla, se trasladaron hacia el lugar donde se encontraba Enrique Peña
Nieto y se dieron a la agresión.
Se
impuso la prudencia y serenidad de Enrique Peña Nieto; y, todo en paz.
Recuerdo
que en uno de los actos del Presidente Legítimo López Obrador, Rosario Ibarra
de Piedra, fue interrumpida en su discurso por el repicar de las campanas,
llamando a misa, en la Catedral Católica Metropolitana.
--- ¿Quiénes serán, algo asi preguntó por
el micrófono, los que intentan callar la voz de los oprimidos?, habrá de decirles
que nunca podrán hacerlo.
De
inmediato, un grupo de jóvenes fueron, entraron a la catedral; y destrozaron lo
que a su paso encontraron.
El
cardenal Norberto Rivera, por seguridad, simplemente, canceló, primero, la
celebración del Rosario de las 6 de la tarde; y, después, cerró las iglesias
del centro de la ciudad.
No
tardó mucho, López Obrador, para personalmente, ir a ofrecer disculpas; y
regresar con la lista del horario de las misas y repique de campanas.
Ya el
trazado apunta que si el justo lleva en el corazón la verdad, sabe bien la
injusticia de la impostura y el fanatismo.
--- Por eso le digo.
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